Resumen

Un par de hermanos se ven obligados a cambiar de ciudad justo antes de navidades, ella una friki amante del yaoi, el un gay timido que no termina de entender los gustos de su hermana. Pero gracias a ella entrara en un nuevo circulo de amistades donde creen que el es igual de friki que el resto.

Capitulo 5 – Convaleciente

jueves, 19 de noviembre de 2009 en 11:36
Nunca había sido de beber demasiado y aun así tampoco es que lo evitara, pero lo haría a partir de ahora, aquella era la peor resaca que había tenido en su vida, lo normal puede ser fatiga y dolor de cabeza, algo medianamente soportable y que solo te dura las primeras horas del día después de haberte levantado, con la boca como si hubieras masticado un zapato mugriento. Pero esto era peor, llevaba desde las dos de la tarde, hora a la que me había despertado mi madre para almorzar, no sólo con los síntomas típicos, sino también con malestar en todo el cuerpo un terrible dolor de garganta e incluso escalofríos. Mi madre obviamente se había dado cuenta de la situación y aunque al principio me había echado la bronca por mi poco control con la bebida, ahora llevaba más de media hora rondando a mi alrededor mientras yo hacía como que veía la televisión liado en una manta y recostado en el sofá del salón.

– Nando, ¿seguro que estás bien? A ver si pillaste un resfriado – decía tocándome la frente – Mira que os lo dije, que no era buena idea ir a una fiesta de espuma en pleno mes de Diciembre, sólo se os ocurre a vosotros.
Ella siguió parloteando y haciendo hincapié en nuestra falta de consciencia al hacer esas “locuras” hasta que al ver que no le prestaba la menor atención desapareció por el pasillo.
– Te he traído el termómetro, por fin lo encuentro, estaba en una de las cajas que aun están por abrir en la habitación de invitados – dijo ella tendiéndome uno de esos termómetros de cristal relleno de mercurio. Lo cierto es que teníamos uno digital, pero decía que no era lo mismo, que marcaban la temperatura que les daba la gana, así que ella seguía fiel al termómetro antiguo de toda la vida, de manera que lo primero que tenías que hacer para tomarte la temperatura era bajar el mercurio a base de zamarreones, esperaba que lo hubiera bajado ella antes de dármelo porque no me veía con fuerzas para ello.
– Por cierto, mejor será que Ángela y tú limpiéis y organicéis la habitación cuanto antes, porque Marcos llega el viernes, ¿no? – decía mientras yo comprobaba que el termómetro estaba listo para usar y me lo daba – Encima esta noche tenemos la dichosa cena esa, no sé que hacer, no quiero dejar a tu padre solo… Bueno, mejor vamos a ver primero si tienes fiebre.

Nos habían dicho lo de la cena de empresa de mi padre ese medio día, a decir verdad nos lo habían dicho un par de días atrás pero nosotros lo habíamos olvidado por completo, esa noche iban a pasarla fuera porque la cena era en un hotel en la ciudad vecina, de manera que para evitar coger el coche de noche después de haber bebido habían decidido reservar habitación en el mismo hotel y volver al día siguiente. Yo ya le había dicho a mi madre que no tenía de qué preocuparse, que simplemente me tomaría algún antigripal y me iría a la cama temprano, a decir verdad eran las cinco de la tarde y tenía pensado irme a la cama nada más saber mi temperatura tuviera fiebre o no, ella no es de las típicas madrazas agobiantes pero a veces le daba la vena sobre protectora y ahora que se sentía culpable por habernos llevado a otra ciudad separándonos de amigos y compañeros, le había saltado la vena “madraza preocupadísima”. No es que me molestara especialmente pero podía resultar cargante más de media hora seguida y hoy estaba especialmente cargante.

– Nando cariño, creo que eso ya está, dame a ver cuánto tienes de fiebre – dijo mi madre pidiéndome el termómetro que yo no tardé en darle sin siquiera mirarlo antes – Tienes 37.5, no es mucho pero será mejor que te metas en la cama y a ver que hago yo esta noche.
– Ni se te ocurra quedarte aquí mamá – le dije molesto – No soy ningún niño chico y sólo tengo un resfriado, me tomo un antigripal y lo más seguro es que pase dormido de aquí a mañana.
– Nando, cariño, pero es que estáis solos y no conocéis a nadie. ¿Qué pasa si te sube la fiebre?
– No seas negativa mamá, si me sube la fiebre me tomo un antibiótico y me vuelvo a meter en la cama, no creo que por que tu estés aquí la cosa vaya a ser distinta.
– Venga ya mamá, que yo me quedo con él, hoy no pensaba salir – dijo mi hermana entrando en el salón con un manga en las manos.
– Bueno, pero si pasa cualquier cosa me llamáis al móvil, estaré pendiente de él– dijo mi madre al fin.
– Claro mamá – respondió mi hermana.
– Bueno, yo me voy a la cama – dije levantándome del sofá arrastrando conmigo la manta en la que estaba liado – Las medicinas están en el baño de tu dormitorio ¿verdad mamá?
– Si, pero no hagas como tu padre, tómate sólo un sobre y ya si eso dentro de seis horas te tomas otro.

Mi madre decía eso porque mi padre en más de una ocasión en su afán de acortar el tiempo de efecto de las medicinas se automedicaba en dosis dobles, después se echaba a dormir y para cuando se despertaba al cabo de muchas horas de “coma” ya estaba bastante mejor. Me lo planteé seriamente pero finalmente me tomé un solo sobre como indicaba el prospecto y acto seguido me fui a dormir mientras escuchaba de fondo cómo mi madre explicaba a mi hermana que se irían a eso de las 8 y se arreglarían en el mismo hotel, no me dio tiempo de escuchar mucho más porque nada más meterme en la cama se me cerraron solos los ojos y caí en los típicos sueños paranoicos que te produce la fiebre.

De buenas a primeras volvía a estar en la fiesta de espuma encerrado en los baños con Pedro, nos besábamos apasionadamente al tiempo que nuestras manos se deslizaban por nuestros cuerpos, la música apenas era audible, tan sólo un murmullo lejano en nuestras enfebrecidas mentes, simplemente sintiendo los roces de nuestra piel en las íntimas caricias bajos nuestras húmedas camisetas, las traviesas manos de Pedro recorriendo mi abdomen bajando cada segundo un milímetro, sus dedos entretenidos en mi ombligo, mis manos una en su nuca haciendo más profundo el beso y la otra deslizándose por su espalda, cada vez más abajo, cada vez más ansiosa, hasta llegar a su meta y posarse sobre su pequeño pero firme trasero. Una de las manos de Pedro bajando por mi vientre mientras la otra se apoyaba en mi pecho, esa mano enloquecedora que me hacía cosquillas a medida que bajaba suavemente parecía que aún sin pararse nunca llegaba a su destino, como esos sueños en los que corres sin avanzar, hasta que después de un tiempo que me pareció infinito se coló bajo mi mojado bañador acariciando lo que era una innegable erección sobre la tela de mis boxers, a penas si tenia aire para respirar pero no me importaba, todo lo que importaba era esa mano ejerciendo la presión perfecta en el lugar perfecto. Pero de repente todo cambio, la mano de Pedro se retiro lentamente de donde estaba mientras el iba separando su cuerpo del mío, intente retenerlo atrayéndolo mas entre mis brazos intentando que no se rompiera aquel intimo contacto, pero pareciera que Pedro me doblara la fuerza aun siendo mucho mas delgado y menos ejercitado que yo. Casi me conformaba “casi” con que al menos nuestros labios siguieran en contacto mientras se mezclaban nuestro aliento y saliva, pero poco a poco también fue desapareciendo aquello, para cuando quise abrir los ojos la música llegaba de nuevo a mis oídos nítidamente y Pedro me miraba con cara de superioridad, no estábamos solos, Carlos estaba allí y mientras Pedo se alejaba de mí aún sin romper el contacto visual, Carlos se aproximaba cada vez más por su espalda hasta chocar su pecho con esta y rodear el delgado cuerpo de Pedro con sus musculosos brazos, lentamente fue dejando besos en su cuello mientras Pedro dejaba de mirarme para volverse con una radiante sonrisa hacia Carlos.

Yo estaba allí sin aliento, extremadamente caliente y sintiéndome como una jodida mierda, mientras Carlos susurraba palabras al oído de Pedro que yo no alcanzaba a oír, pero que suponía tenían que ver conmigo, pues Pedro mientras tanto me miraba con expresión de burla mientras me sonreía falsamente. Ya no sabia si mi enfado era por haberme dejado de esa manera o por ver a Pedro con Carlos, supuse que era una mezcla de las dos cosas pues aunque mi entrepierna casi dolía, por la marcada erección que ahora Pedro y Carlos miraban a través del mojado bañador, me dolía enormemente pensar que Pedro sólo había jugado conmigo y que seguramente yo había sido un peón en algún tipo de juego que se trajera con Carlos. Juego en el cual yo era un muñeco del cual reírse.

De pronto todo daba vueltas, un extraño zumbido resonaba en mi cabeza, ni siquiera distinguía las figuras de Carlos y Pedro mirándome en el baño. Es más,ni siquiera distinguía las paredes del baño, ni escuchaba la música de la discoteca de fondo, sólo ese incesante y repetitivo zumbido.

Abrí los ojos y todo estaba oscuro, me giré a ver mi despertador y eran las nueve menos diez de la noche, después de un par de segundos me di cuenta de que el zumbido que había oído en sueños no era otra cosa que estruendoso ruido del portero electrónico sonando desde la cocina, pensé en dejar que abriera mi hermana, pero pude escuchar otro ruido de fondo que parecía ser la ducha del baño del pasillo, así que me dispuse a levantarme, cuando me incorpore en la cama descubrí que el calentón no solo había sido en sueños si no que estaba empapado en sudor y a través de mis pantalones de pijama se podía ver lo abultado de mi entrepierna.

– Mierda – susurre levantándome de la cama.

No tenia claro si el sudor era por el sueño o por la fiebre pero estaba clarísimo que la fiebre no era la culpable de que ahora la tuviera totalmente dura. “Maldito Pedro, ni en sueños puedo dejar de pensar en el”, pensé.

Mientras salía de la habitación el porterillo seguía sonando insistentemente, eché un vistazo al pasillo y la puerta del baño estaba cerrada, mientras sonaba el ruido de la ducha.
– Ya va, ya va – dije como si pudieran oírme, mientras entraba en la cocina y me acercaba al porterillo – ¿Quién es? – pregunté.
– Di “manco” – respondió una voz ronca.
– ¿Cómo?
– Por favor, di manco – repitió la ronca voz.
– ¿Manco?
– Oh, sí – gimió la voz, yo miré sorprendido el auricular y sin pensármelo dos veces lo colgué.

Estaba alejándome cuando volvió a sonar, si aquel salido de género incierto me volvía a gemir en el oído iba a mandarlo a la mierda, vaya, era lo que me faltaba después del aquel sueño y sus notorias consecuencias.

– ¿Quién es? – dije irritado.
– ¿Nando? Somos nosotros, abre – oí decir a Pedro con las risas de fondo de Andrea que entre carcajada y carcajada decía algo así como “Manco – dechu”, maldita friki loca. Aquello había sido como un jarro de agua fría y por suerte o por desgracia había hecho el mismo efecto en mi entrepierna.
– ¿Pedro?
– Claro, Angy nos dijo que estabas enfermo y ella no salía porque estaba de enfermera, así que quedamos en cenar aquí y ver una peli.

Iba a matar a mi hermana, estaba decidido ¿Cómo se le ocurría decirle a Pedro que viniera a casa? Después de lo de anoche, aunque ella no sabía nada claro, eso no me tranquilizo desasido porque suponía que lo hubiera hecho igual aun sabiéndolo.

– ¿Nando? – dijo Pedro sacándome de mis cavilaciones.
– Oh, perdona os abro.
Tras colgar me fui directamente en busca de mi hermana y llegué justo a tiempo para verla salir del baño enfundada en un albornoz.
– ¡Ángela! – le grité, haciendo que se girara bruscamente.
– Vaya Nando, ¿estás mejor?
– ¿Cómo se te ocurre decirle a esta gente que vengan?
– Si estoy mejor, gracias Angy – dijo ella mirándome seriamente.
– Esa no es la cuestión, ¿estás tonta?
– Joder,que nos van a atar y después desvalijar el joyero de mamá, tranquilízate Nando.
– Ya, resulta que yo no tenía ningunas ganas de ver hoy a Pedro.
– Pues anoche bien que te le pegabas.
– Precisamente – respondí mordiéndome la lengua.
– Me he perdido, Nando, a ver… ¿No quieres verlo porque ayer borracho te pegabas a él?
– Si sólo hubiera sido eso… – dije mirando al suelo.
– Oh Dios, ¡oh Dios! ¿Qué paso? Cuéntamelo todo, verás cuando se lo diga a Andrea.
– ¡Ángela! Como digas una sola palabra te mato, más te vale hacer como que no te he dicho nada.
– Jo – replico cabizbaja – ¿Pero hubo sexo? – preguntó de pronto emocionada.
– Por dios,Angela – dije sin salir de mi asombro
Pero no pude decirle nada más, porque enseguida sonó el timbre.
– Ve tú que yo estoy en albornoz – dijo ella como si nada.
– Y yo en pijama,¿no te jode?
– Nando me tengo que vestir, tu pijama parece un chándal – la mire con asombro por su increíble cara dura. – Vale, vale, yo abro tu ponte guapo para Pedro – La mato, yo la mato.
– ¡Cámbiate pero ya! Ya abro yo – le dije mientras sonaba el timbre por segunda vez.

Me di media vuelta mientras mi hermana entraba en su habitación y me dirigí a la puerta.
– Ya va – dije resignado mientras abría.
– Hostia el enfermo – dijo Andrea – ¿Tú no deberías estar en la cama?
Lo estaría si no me hubierais despertado, pensé – Me acabo de despertar y ya no tengo sueño – dije finalmente.
– Bueno mejor, así cenas con nosotros – añadió Pedro mirándome a los ojos. Casi pude recordar la mirada de burla de mi sueño pero nada tenía que ver con la mirada que se veía a hora en su rostro, más sincera, más brillante, parecía sonreír.
– ¿Y que vamos a cenar? – pregunte dejándoles paso a que entraran.
– ¿Qué tal pizza? – sugirió mi hermana saliendo del pasillo.
– Por mí perfecto – dijo Andrea.
– Y por mí – añadió Pedro.
– Pizza entonces, espero que tengáis el número porque nosotros no tenemos ni idea – dije cerrando la puerta después de que entraran Pedro y Andrea.
– Claro, oye Angy déjame ver tu colección – dijo Andrea dando saltitos. – Por cierto, me he traído Moon Child y Kagen no Tsuki, por si no las habíais visto.
– ¿El qué? – dije extrañado.
– Dios, ¿Kagen no Tsuki tiene película? Esa es Last Quarter ¿verdad? El manga de Ai Yazawa – dijo mi hermana emocionada.
Ahí me di cuenta de que hoy volvería a ser una jornada friki, y encima no tenía escapatoria, ya me veía viendo dibujitos subtitulados hasta que Ángela mas emocionada que mi hermana empezó a dar explicaciones.
– Sí, pero lo mejor es que el que hace de Adam es Hyde, no sé si lo conoces, es el cantante de L’arc– en – Ciel, y la otra peli, Moon Child es de Hyde y Gackt – explicó Andrea – Gackt ahora canta en solitario, bueno solitario… – añadió meditabunda – Siempre va con los mismos músicos y qué decir de su guitarrista YOU, ahí hay yaoi – continuó explicando emocionada mientras mi hermana la miraba sorprendida – Pero bueno que me pierdo, el caso que las dos películas son de Hyde y son geniales.
– Espera, L’Arc– en – Ciel, me suena ¿no son los del opening de DNA2? – preguntó mi hermana.
– ¡Sí! – exclamó Andrea emocionada – “tooku no kaze wo mi ni matou anata ni wa todokanai...” – cantó en japonés, mientras mi hermana se le unía.
– Adoro esa canción dijo Angy, pero no sé ni qué cara tiene el cantante.
A esas alturas de la conversación yo ya estaba pensando seriamente volverme a la cama, hasta que Pedro intervino.
– Bueno dejaos de marujeo, más vale que llamemos a la pizzería porque no sé vosotras pero yo no quiero cenar a las 11 y tardarán un rato en traerla ¿Tú qué dices, Nando?
– Sí, mejor será, voy a por el teléfono y vosotros llamáis – dije escabulléndome por el pasillo hacia el salón en busca del inalámbrico.

Iba a darme la vuelta con el teléfono en la mano, cuando una mano, que desgraciadamente tenía muy claro de quién era, se posó en mi hombro.
– Verás, lo de ayer…
– Lo de ayer, no debería haber pasado – le corté dándome la vuelta.
– ¿Insinúas que no te gustó? – respondió con una sonrisa de medio lado.
– Sólo digo que pasó porque estaba demasiado borracho.
– Anoche no decías eso, de hecho te pregunté varias veces si estabas seguro – es verdad, me había preguntado, varias veces y yo me había empeñado en decirle lo seguro que estaba de aquello, y lo estaba, anoche…
– Ya te lo he dicho, estaba borracho.
– Y caliente...Además, los borrachos no mienten ¿no es eso lo que dicen? – preguntó pícaramente.
– Vale, estaba caliente, pero acabemos con esto, lo que quería decir es que no se volverá a repetir.
– ¿Por qué?
– No me va ese rollo.
– ¿Qué rollo? – dijo molesto.
– Tu rollo.
– ¿A qué te refieres?
– No me va liarme con cualquiera una noche por que sí.
– Bueno, tú no eres cualquiera, espero no ser cualquiera para ti – añadió esto último mirándome directamente a los ojos, tan intensamente que casi me deja sin habla.
– No me refería a eso.
– ¿Entonces a que te referías?

Justo en ese momento entró Andrea en el salón, que se quedó parada en la puerta mirando cómo yo sujetaba el teléfono entre mis manos.
– Dice Angy que si habéis llamado ya – dijo dudosa.
– No, aún no sabemos qué pedir – respondió rápidamente Pedro.
– Ya, por mí me da igual, pero sin piña por favor, odio la pizza tropical, voy a cotillear un poco la habitación de Angy mientras se seca el pelo – dijo ella saliendo del salón.
– Disfrútalo, seguro que te gusta – le dije mientras la veía salir.

Me pareció extraño que no dijera nada de la situación, conociéndola, lo normal es que hubiera entrado diciendo “yaoi, yaoi” teniendo en cuenta que la luz del salón no estaba encendida y Pedro y yo estábamos demasiado cerca. Sólo podía suponer una cosa.
– Oye, ¿Andrea lo sabe? – pregunté molesto.
– ¿El qué?
– No te hagas el idiota, lo de anoche.
– No, no lo sabe – dijo muy seguro.
– Preferiría que no lo supiera – dije tras un suspiro de alivio.
– No será que te arrepientes de haberte liado conmigo, ¿acaso te da vergüenza ahora que estás sobrio? – me reprochó bastante molesto.
– No te lo tomes por donde no es, simplemente no la quiero tener encima toda la noche preguntándome barbaridades, además no me va eso de airear mi vida privada. – le respondí agachando la cabeza.
– Nos ha salido místico el chaval, ¿sabes qué te digo? Que la próxima vez que te cojas una borrachera como la de anoche se va preocupar de ti un guarda.
– ¿Preocuparte por mí? Si lo que hiciste fue meterme cuello – le increpé.
– Vale, lo reconozco, estaba tonteando contigo, pero fuiste tú el que me metió la lengua hasta la campanilla – dijo acercándose más a mí, con gesto de enfado.
– Estabas encima de mí acosándome, como ahora…– añadí, seguramente sonrojado, intentando no desviar la mirada de sus azules ojos.
– ¿Ahora también me vas a meter la lengua? – preguntó inclinándose aún más.
– No – respondí casi en un susurro.
– ¿Seguro? – dijo mientras se seguía acercando a mí.
– Seguro… – esta vez estaba sobrio y aun así, tener sus labios tan cerca de los míos me estaba poniendo realmente nervioso, tanto que casi pude notar como temblaba le teléfono en mis manos y por un momento, pensé que el también lo había notado.
De repente se separó completamente de mí y dio un largo suspiro dejándose caer en el sofá que tenía tras él.
– Vale, no quieres admitir que te gusto, pero yo sé que sí, al menos ya sé que es lo que te tengo que dar la próxima vez… – y mirándome pícaramente a los ojos añadió – Mojitos, y bien cargados.
Me había dejado de piedra, ¿cómo se podía ser tan creído? Vale que en realidad tenía razón, pero menuda cara dura la suya. Pretendía haberle dicho algo pero justo en ese momento entraron las chicas al salón.

– ¿Habéis llamado ya o aún estáis decidiendo qué pedir? – dijo Ángela mirándonos, primero a Pedro y después a mí.
– Toma, llama tú – dije tendiéndole el teléfono a Pedro – Yo no sé el número y me da igual la pizza.
– Sin piña – volvió a decir Andrea.
– ¿Qué pido entonces? – dijo Pedro cogiendo el teléfono de mis manos.
– ¿Qué tal una barbacoa y alguna tipo carbonara? – le respondió mi hermana, preguntándonos a Andrea y a mí con la mirada.
– Por mí bien – dije sentándome en el sillón frente al sofá en el que estaba sentado Pedro.
– Y por mí – añadió Andrea sentándose junto a Pedro al tiempo que éste marcaba el número y mi hermana se sentaba en el reposa brazos del sillón donde me había sentado yo.


Después de dar la dirección y decidirnos por dos familiares, barbacoa y carbonara, estuvimos un rato más en el salón, a mí me había vuelto un poco del mareo que tenía al medio día y estaba más bien pasando de la conversación que iba sobre no sé qué de músicos japoneses que se metían mano en el escenario. Hasta que sonó un móvil con el opening de Queer as Folk, y Andrea se levanto buscando entre los muchos bolsillos de los pantalones tipo hip– hop que llevaba ese día.

– Es Marina – dijo descolgando el móvil – Oye, perdida, ¿dónde te metes? Te estuve llamando antes…
Al otro lado de la línea se escuchaba la voz de Marina aunque entre el mareo y el poco volumen del móvil tampoco distinguí que decía, y Andrea siguió hablándole – Vaya putada, pero estarás para fin de año, ¿verdad? – de nuevo volvió a hablar Marina – No, plan no hay pero ya sabes que algo inventamos.
– ¿Qué pasa? – preguntó Pedro.
– Ahora te cuento – dijo Andrea mientras seguía escuchando a Marina al otro lado de la línea – Sí, sí, ya te aviso con lo que sea, venga intenta no morir de aburrimiento allí, ciao – finalmente Andrea se despidió y colgó el móvil antes de contestar a Pedro.
– Que su familia ha organizado unas navidades campestres y se van al pueblo de los abuelos a pasar allí unos días, pero volverá para Fin de Año.
– Dios, y allí sin Internet ni nada, ¿te acuerdas cuando fuimos hace dos veranos? Ni la tele se veía bien, querrá morir, se va a pasar la mitad del día durmiendo – dijo Pedro.
– Ya ves, menos mal que se compró hace poco el portátil y al menos podrá ver anime o algo, pobre timada, en fin, ¿qué se le va a hacer?
– Pero estará con nosotros para fin de año, hagamos lo que hagamos – dijo animada mi hermana.
– Sí, estará aquí para conocer a Marcos, que por cierto, ¿qué esperas para enseñarme una foto o algo? – dijo Andrea dando palmaditas.

Quizás si hubiera estado más despierto habría dicho algo pero entre el sueño y el resfriado todo lo que hice fue coger una pequeña manta que había en el reposa brazos del sofá y acomodarme aún más en el sillón en el que estaba, quedando casi aovillado para que la manta me tapara casi por completo, mientras mi hermana salía hacia su dormitorio a buscar alguna foto de Marcos. O eso pensé hasta que la vi aparecer con un marco de fotos que reconocía muy bien.
Era el que estaba sobre mi estantería y me lo habían regalado antes de mudarnos, la foto era de ese verano y salíamos unos cuantos amigos en la piscina del primo de Marcos, las chicas sonreían a la cámara sentadas en las toallas donde habían estado tomando el sol y Marcos, su primo y yo estábamos de pie detrás de ellas, mientras Marcos pasaba un brazo por mis hombros y me decía algo al oído de lo que yo me estaba riendo, ya no recordaba qué me había dicho, pero esa tarde había hecho muchas trastadas, por las cuales había sido su primo, que en la foto nos miraba de reojo con desconfianza, el que se había llevado la culpa. Como cuando tiró del bikini de Laura y se zambulló en el agua tras su primo que fue quien se llevó el grito, estaba recordando aquella tarde cuando un ensordecedor grito de Andrea me sacó de las nubes.

– ¡Oh my fucking god! Este está muy follable ¿Seguro que es hetero? – dijo Andrea con cara de degenerada en potencia.
– Sí, sí es muy hetero, te lo aseguro – respondió mi hermana sonriente – te habla la voz de la experiencia – terminó.

¿Cómo? ¿Qué voz? ¿Qué experiencia? Eso era nuevo, casi me atraganto con mi propia saliva al intentar preguntarle.
– ¿Qué experiencia? – dije tosiendo aún medio atragantado.
Mi hermana me miró con cara de “la he liado bien” e intentó seguir hablando ante mi atenta mirada casi inquisidora.
– Bueno, digamos que yo me llevo muy bien con tu amigo Marcos.
– ¿Cómo que te llevas muy bien? – dije casi sin aliento
– Que se lo ha follado – añadió Pedro como si nada, al tiempo que recibía un codazo de parte de Andrea.
– ¿Eso es verdad? – pregunté sorprendido.
– Un poco – dijo ella escondiendo la cara.
– ¿Cómo que un poco? Nena, o te lo has follado o no – dijo Andrea olvidando el tacto que había mostrado antes con la respuesta de Pedro.
– Vale, sí, nos acostamos – dijo cohibida.
– ¿Y eso cuándo fue? – pregunté.
– Pues el año pasado en la fiesta de fin de año, ¿te acuerdas que salí con mis amigas pero que al final acabamos con vosotros en el local del grupo?
– Sí, que Elena se bebió todo el alcohol que pudo, se puso malísima y os tuvisteis que ir a casa.
– Claro, Elena se quedaba a dormir y Marcos nos acompañó, que papá y mamá se habían ido de cotillón al hotel Pirámide.
– ¡Joder! Así tardo tanto Marcos en volver que llegó justo cuando nos íbamos a la chocolatería, y el hijo de puta decía que se había encontrado con los de futbito.
– Deporte hizo – dijo Pedro de pronto entre risas.
– ¿Cuándo pensabas decírmelo? – pregunte haciendo oídos sordos al comentario de Pedro.
– Yo qué sé, no pensé que te molestara – dijo ella agobiada.
– No me molesta que te tiraras a mi mejor amigo, lo que me molesta es que no me lo dijeras, vaya ni tú ni él – añadí con cierto rintintin.
– Si llego a saberlo me callo la boca – continuó ella molesta.

Iba a contestarle pero Andrea que sorprendentemente había permanecida callada casi toda la conversación salió con la pregunta del millón.
– ¿Pero estás celoso?
Lo que me faltaba, más películas de que yo estaba enamorado de Marcos.
– No, no estoy celoso. ¿Cuántas veces tengo que decir que no me gusta Marcos? Sólo somos amigos.
– Ya, pues en la foto se os ve muy juntitos, además estás enfadado – añadió Pedro como si nada.
– Claro que estoy enfadado, mi hermana, que tenía dieciséis años y mi mejor amigo se lo montaron hace un año y yo me estoy enterando ahora.
– Ni que tuviera que contártelo – dijo ella ya enfadada.
– Pues no hubiera estado mal, la verdad.
– Oye, ni se te ocurra decirle nada a Marcos, que te veo venir – añadió preocupada.
– ¿Encima es secreto de estado? No pensarías tirártelo también ahora cuando venga ¿no? – dije recordando que Marcos llegaría en unos días.
– Si no te lo follas tu, me lo follo yo – dijo Andrea interrumpiendo momentáneamente la conversación.

Todos la miramos en silencio hasta que Pedro comenzó a reírse de golpe. ¿Qué pasaba aquí con todo el mundo?
– Hombre, si surge, no voy a decirle que no, compréndeme – respondió mi hermana sonriente.
– Es que si le dices que no, lo violo yo – dijo Andrea.
– Andy, no seas basta, además tu no lo puedes violar, eso déjamelo a mí – añadió Pedro

Increíble, aquello ya se asemejaba a cualquier capítulo random de Queer as folk, donde se sorteaban la vez para ligarse al chulo de turno. Iba a contestar con cualquier improperio que merecían todos ellos, frikis degenerados, pero de nuevo me vi interrumpido, esta vez por el timbre del portero automático, señal de que habían llegado las pizzas.

– Yo abro – dijo Angy felizmente olvidando toda la conversación anterior como si allí no hubiera pasado nada. En serio, ¿cómo lo hacia? Simplemente se levantó del reposa brazos del sillón donde yo estaba sentado y se dirigió a la cocina.

Al cabo de unos minutos en los que mi hermana no se molestó en volver al salón, sonó el timbre de la puerta y de nuevo ella abrió al repartidor.
– Andy, ¿tienes cambio? Es que el chico no trae cambio – dijo ella asomando la cabeza por la puerta del salón y guiñando un ojo, como si tuviera un tic nervioso. Acto seguido Pedro y Andrea captaron la indirecta y ambos se levantaron del sofá dándose empujones por llegar a la entrada.
– Yo tengo – iba diciendo Pedro mientras manoteba con Andrea.
Al llegar a la puerta volvieron a discutir, sobre quien tenía cambio hasta que finalmente pagó Pedro, mientras el chico le daba las gracias y acto seguido se cerró la puerta, mientras yo me levantaba el sillón, notando que en realidad tenía bastante mal cuerpo, porque al quitarme la manta con la que había estado tapado me entraron leves temblores, de manera que volví a cogerla y me lié en ella para salir a la entrada donde todos peleaban por ocupar un sitio frente a la puerta por donde observaban através la mirilla.

– Me dais vergüenza ajena, en serio – dije cogiendo las pizzas que habían dejado sobre el baúl de madera de la entrada y caminando hacia la cocina, donde supuse que cenaríamos, ya que era bastante amplia y tenía televisión.
Ellos no aparecieron hasta que se escuchó el ruido del ascensor en el rellano de la escalera, y supuse que había sido el repartidor huyendo asustado del edificio.

Di por perdida la conversación sobre Marcos, entre otras cosas porque no quería seguir oyendo a Andrea y Pedro decir burradas, de lo que harían a mi pobre amigo. ¿Pobre? Y una mierda, encima no podía decirle nada, por muy enfadado que estuviera tampoco era plan de andar de “cotilla”.


Después de cenar Andrea convenció a mi hermana de ver Moon Child, el mayor bodrio vampírico que he visto en mi vida, no tenía ni pies ni cabeza y aun así ella y mi hermana gritaban emocionadas cada dos por tres despertándome a mí de mi ligero sopor, producto de los medicamentos que había tomado para el resfriado antes de volver al salón. Pero sin duda lo peor fue cuando terminó la película y ellas siguieron comentando todas y cada una de las escenas con alguna intervención esporádica de Pedro hablando de los momentos gays de la película. En definitiva otra velada friki para mí, aunque afortunadamente no estaba muy consciente.
No sé en qué momento me quedé dormido en el sillón aún liado en mi inseparable manta, pero cuando me vine a dar cuenta tenía a Pedro demasiado cerca de mi cara.

– Nando, que te has quedado dormido, levanta que te llevo a la cama – decía suavemente en mi embotado oído.
– Ten cuidado que se aprovecha – dijo Andrea de fondo, mientras mi hermana apagaba la televisión.
– No, si ya tuvo bastante anoche – respondí yo. ¡Mierda!, ya la había liado.
– ¿Anoche? ¿Qué paso anoche? – preguntaba Andrea sorprendida mirándonos alternativamente a Pedro y a mí, pude ver de fondo como mi hermana, afortunadamente, se hacía la sorda, mientras encendía la luz y apagaba la lámpara de pie que había junto al sofá.
– Nada – respondí aún medio dormido pero rojo como un tomate, recé porque no se notara demasiado, pero me parece que no dio resultado.
– ¿Cómo que nada? Venga ya, ¿anoche hubo meneo? – dijo indignada.
– Déjalo Andy, no se encuentra bien – dijo de pronto Pedro dejándome sorprendido.
– Sí, ya, ahora que hay algo realmente interesante de lo que hablar – dijo ella con una mueca de disgusto en la cara.
– En serio, Andy – dijo Pedro tocando mi frente – creo que tiene fiebre, es más, seguro que delira por la fiebre – casi me convence de que en verdad no era tan “mala persona” hasta que añadió – seguro que estaba soñando que me metía mano o algo así – y dijo esto último sonriendo.

Estuve a punto de responder, pero se ve que o no era mi día o mi mente iba demasiado lenta, por que de nuevo me vi interrumpido.
– No cuela Pedro, pero sí que tiene mala cara – dijo ella preocupada – ¿Estás bien?
– La verdad es que no me encuentro bien – dije al fin levantándome del sillón donde había estado medio tumbado.
Pedro recogió la manta que había caído al suelo al ponerme yo de pie y me la pasó por los hombros.
– Venga, que nosotros ya nos vamos, tú métete en la cama y no te levantes hasta mañana – dijo al tiempo que frotaba mis temblorosos brazos con las palmas de sus manos.

Sin muchas ganas de discutir simplemente avancé hacia el pasillo mientras los demás me seguían, nos despedimos en la entrada mientras Andrea no paraba de repetir, que tarde o temprano tendríamos que hablar con ella, que “sabía” que había pasado algo, que lo “olía”.

Finalmente ellos se marcharon y yo me fui directo a mi habitación, estaba destapando la cama cuando entró mi hermana con un vaso de leche caliente.
– Nando, ¿sigues enfadado por lo de Marcos? – dijo con cara de preocupación.
– No estoy enfadado – dije, pero ella me lanzo una mirada suspicaz – Vale, sí, pero no es lo que imaginas, me cabrea que no me contarais nada ninguno de los dos. ¿Pero cómo fue? – pregunté y ella me miró entre avergonzada y sorprendida – Me refiero a que cómo surgió – añadí rápidamente.
– No sé, la verdad es que ambos estábamos un poco bebidos, y cuando dejamos a Elena en el sofá me despedí de él en la puerta, no sé como acabamos besándonos y tú sabes, una cosa llevó a la otra, no sé, lo normal – dijo escondiendo la mirada – No te lo dije porque la verdad es que fue algo “raro”, me refiero a que no estábamos juntos ni nada así y de hecho después no cambiaron mucho las cosas entre nosotros, y no te enfades con él, yo le pedí que no te lo contara. Pensé que quizás te enfadabas por eso de haber “pervertido” a tu hermana pequeña o algo así.
– ¿Pero a ti te gusta él? – pregunté.
– No – respondió rapidamente pero después se apresuró a seguir con la explicación – A ver, no estoy enamorada si es a lo que te refieres, pero gustarme claro que me gusta, es muy simpático y está de muerte, pero bueno aquello surgió y ya está, que si se repite yo contentísima.
– Vaya que, si surge lo volverías a hacer – le dije sonriendo.
– Seguro que sí, pero que no me lo planteo como algo que vaya pasar, simplemente si pasa bien y si no pues nada.
– Pues bueno me alegro de que estas “cosas” te pasen con Marcos y no con cualquier otro aprovechado.
– Si, Marcos es un cielo – dijo suspirando – bueno te dejo dormir, bébete la leche, le puse miel para la garganta y eso.
– Gracias – dije cogiendo la jarra de leche humeante.
– Buenas noches – dijo ella saliendo de mi habitación mientras cerraba la puerta.

Al menos me había enterado ahora y no demasiado tarde, no me quería ni imaginar que hubiera pasado si por algún motivo, ellos se liaran de nuevo estas navidades y yo los pillaba por sorpresa. Ahora no quería ni pensarlo solo quería dormir y despertarme al día siguiente algo recuperado, aun quedaban dos días para navidad y solo cuatro para que llegara Marcos. Ni siquiera quería pensar en el impacto que pudiera llevarse con Andrea y Pedro, ya se vería mas adelante.

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